Así, con todas las letras en mayúsculas. Porque hay veces que hay que gritar bien alto y hacer algo de ruido. Porque sino, no te escuchan. Por muchos años que hayan pasado desde que dejamos de ser ATS, todavía hay gente que se cree que nuestra función es ser las ayudantes del médico.
Todavía tenemos que aguantar que nos llamen “eh tú nena” cuando entramos en una habitación. Todavía nos dicen “pero tú que eres tan lista… ¿por qué no estudias medicina?”. Todavía los hay que piensan “ay si sólo es enfermera”. Todavía.
En muchos hospitales existe un código de colores para diferenciar a los distintos trabajadores. Las enfermeras vamos de azul, las auxiliares van de rosa, los celadores de gris, los médicos de blanco, los técnicos de morado… A mi me parece una idea estupenda para distinguirnos entre nosotros y con los pacientes, al fin y al cabo tenemos muchas funciones diferentes y cuando estás en un hospital bastante complicado es todo como para liarles aún más.
Sin embargo, hay mucha gente que piensa que deberíamos ir todos del mismo color para que nos tratasen con el mismo respeto que al médico. Porque claro, el médico… es el médico. Y digo yo, que yo quiero que me traten con respeto por quien soy, independientemente del color de mi pijama (o de mi piel por supuesto). Porque yo me siento orgullosa de mi profesión. Porque soy E N F E R M E R A. Así, con mayúsculas de nuevo.
Porque igual para ti solo pincho, pongo sueros y limpio culos. Pero ojalá nunca necesites el otro 99% de mis funciones. Ojalá no necesites que te conecte a un respirador mientras estás intubado o que te ponga morfina para sobrevivir al dolor. Ojalá nunca necesites que controle una bomba de Noradrenalina conectada a tu cuerpo o que corra cuando la máquina que hace de tus riñones falla. Ojalá no necesites que te acaricie la frente mientras te baja la fiebre o te sujete el pecho mientras vomitas. Ojalá nunca necesites llorar en mi hombro o buscar en mi cara una sonrisa amable. Ojalá nunca necesites que te enseñe cómo funciona la máquina que va a dar de comer a tu hijo o cómo hacerle RCP por si se para. Ojalá no te aíslen en una habitación por un virus mortal y tenga que sostener tu móvil mientras tu familia te ve por videollamada porque tu saturación de oxígeno cae en picado. Ojalá nunca necesites que te infunda la quimio que va a curarte del cáncer o sepa reaccionar ante el efecto adverso de un medicamento. Ojalá nunca sea la persona que te desconecte de todas las máquinas cuando ya no hay más vida y acompañe a tu familia durante su duelo.
En realidad, ojalá tengas la suerte de tenerme a tu lado. Porque de todas mis funciones, hay un porcentaje que sí me gustaría que tuvieras. Ojalá escucharas mis consejos para llevar una vida más sana, para controlar tu azúcar y tu tensión. Ojalá aceptaras mis recomendaciones a lo largo de las revisiones de tus hijos y perdieras el miedo a las vacunas. Ojalá te creas mis palabras cuando te diga que “vamos a hacer todo lo posible” y confíes en mi en las situaciones difíciles. Ojalá algún día conozcas a algún estudiante de enfermería al que le haya enseñado la pasión por esta profesión y los entresijos que tiene. Ojalá te ayude a traer al mundo a un bebé precioso y tengas un parto lo mas humano y natural posible. Ojalá leas algún artículo publicado por una enfermera y te des cuenta de nosotras también investigamos y mejoramos cada día para toda ti. Ojalá acudas a mi con tus dudas y me permitas encontrar respuestas contigo.
Y ojalá, siempre tengas a una enfermera cerca.
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