Llevo algo más de un año en la unidad de neonatos, uno de esos servicios con una fuerte carga emocional para todo el que pasa por allí. He aprendido muchísimo de mis compañeras y aún más de las familias. Me han recordado que el amor vence siempre al miedo, que el cariño gana al dolor y que la fuerza del ser humano es infinita.
Historias llenas de improvistos, de planes no planeados, de preocupaciones, de sentimientos encontrados, de duelo. De superación, de resiliencia, de perseverancia, de constancia y de independencia.
Los últimos días no están siendo fáciles, estoy llevándome una lección de vida de esas que esperas que te ayuden a ser mejor enfermera en un futuro. La cosa va de abrir la mente, de romper tus creencias innatas, de acompañar sin juzgar, de validar emociones, de dar tiempo y de comprender.
“Soy buena, soy inteligente y soy capaz.” He llegado al punto de creérmelo de verdad, de sentirme segura llevando un paciente de crítico, de poder hablar con las familias en los momentos más difíciles. Y esto no quita que seguiré preguntando millones de dudas y pidiendo ayuda para un montón de cosas. Pero sí, hoy, me siento orgullosa de mí.
Gracias a todas por enseñarme con la cabeza y desde el corazón.
¡Y a volar!
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